lunes, 28 de febrero de 2011

Peligro


A mí nunca me gusta generalizar, jamás. Pero a veces el estereotipo se cumple.

Es así como cuando uno camina por Miami Beach y ve pasar a arrugadas-rubias-platinadas a punto de caérseles la piel a pedazos, con un perro miniatura en el bolso. 

Así, de igual forma, está la gente latina que se vino a vivir a Mayami hace un pocotón de años. Bueno, no a la ciudad, sino a suburbios como el Doral o Kendall, por ejemplo.

Se encerraron ahí y nunca más volvieron a salir.

Tipas que no trabajan, que hacen mercado en el súper de la cuadra y llevan a los niños a una escuela cercana. Que salen, le dan una vueltica a la manzana -con plantas verdes, flores y lagos artificiales- y regresan a casa, siempre en español.

Estas no tienen el estilacho de las amas de casa de los 50. Las pocas veces que hornean tortas, las queman, y no mantienen la casa limpiecita. Ni siquiera ven Univisión o Telemundo, sino canales como La Mega TV, GenTV... o incluso, ninguno de los anteriores: pura telenovela cutre. Estas no conciben agarrar autopista para ir a pasear por el centro y siempre te dicen cosas como: "Mucho cuidao. Mira que si cruzas en la calle incorrecta, puedes terminar en un barrio de negros". 

Lo que no saben es que a mí, las que me asustan son ellas. Bi-cho.

lunes, 21 de febrero de 2011

Máquina de aplausos


Esta ciudad se ha ganado su fama con hechos (como quedó claro en el post anterior), pero no todo es tan malo. Mayami sí posee una oferta cultural variada, llamativa y hasta envidiable, algunas veces.
El que quiera disfrutarla necesitará, eso sí: tiempo, dinero (bastante) y ganas.

El domingo 20 de febrero al mediodía, con el sol naranja y el cielo azul brillante, visité el impresionante edificio del Adrienne Arsht Center para ver el show del Alvin Ailey American Dance Theater. En la silla de al lado, un viejito estadounidense que pasaba los 80 años sostenía un bastón con ambas manos. 
Después de sonreír, me miró y me dijo:

-"I'm going to ask you a favor. Could you be my applause machine?"

Yo, derretida, no pude negarme al pedido. Así que durante dos horas me dejé conmover por danza moderna y sentida, y por bailes creativos repletos de la energía negra que tanto me gusta. 
Aplaudí por mí y por mi vecino encantado, que cada vez que me sentía detener el golpeteo de manos, volteaba a pedir más: "Keep it up, keep it up"

Esta es la Mayami que me invento. Y no, no está nada mal.