Es increíble la cantidad de venezolanos que hay en esta ciudad. Casi –y hago énfasis en esta palabra, casi- todos se parecen. No sé, hubo momentos en los que sentí que hacía la cola para votar en un colegio de El Cafetal. Por ejemplo: cuando una reportera salió corriendo a entrevistar a una chica que tenía un paraguas rojo. ¿Qué significa tu paraguas?, le preguntó la inquisidora “periodista”. “No significa nada”, le contestó la muchacha. “Tengo calor, quiero taparme del sol, y mi paraguas es rojo… como puede ser azul, verde o amarillo”. Todo el mundo volteó a verla. Una lindura.
Hubo un momento en el que sentí que el tiempo se detuvo: cuando esta señora y este muchacho -dos banderas andantes, más bien- comenzaron a bailar y gritar frente a una cámara. “¡Fuera Chávez, nojoda!”, decía él. “No digas groserías, mijo”, le pedía ella.
Un carro descapotable con chamos bailando changa a todo volumen, daba vueltas por los alrededores una y otra vez. En la cola vendían hallacas, llaveros y demás parafernalia, dulce de lechoza... con z, que es como me gusta, aunque la RAE diga que se escribe con s (sin z sabe rara).
En fin, yo sólo quería dejar constancia de que en Mayami -para el Parlamento Latinoamericano- hasta el perro votó.