lunes, 9 de agosto de 2010

Viaje en paraguas con el hermano de Gabito


“Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”.

Gabriel García Márquez


A través de las ventanas de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, en la calle San Juan de Dios de Cartagena de Indias, veo caer un diluvio. Son las 6:30 de la tarde del 3 de agosto de 2010 y está lloviendo con fuerza. Se termina la clase; soy la última en salir. Empiezo a bajar las escaleras y siento que alguien viene detrás. Es Jaime García Márquez.


Salgo y abro mi paraguas. Él me dice que no tiene, y que sólo necesita caminar un par de cuadras para tomar un taxi. Emprendemos el trayecto. Habla de Miguel Ángel Bastenier: “Yo le digo Hermes, el gruñón, pero todo eso es una máscara para esconder al Miguel Ángel verdadero, que es cariñoso y solidario”.


Seguimos caminando entre los charcos, hasta el Portal de los Dulces. Entre los frascos llenos de confites, me dice: “En esa esquina –que en El amor en tiempos del cólera es el Portal de los Escribanos– es donde Fermina Daza se encuentra con Florentino Ariza y se desilusiona”.


“Volvió la cabeza y vio a dos palmas de sus ojos los otros ojos glaciales, el rostro lívido, los labios petrificados de miedo tal como los había visto en el tumulto de la misa del gallo la primera vez que él estuvo tan cerca de ella, pero a diferencia de entonces no sintió la conmoción del amor sino el abismo del desencanto”.


“En Santa Marta, cuando Gabito estaba escribiendo la novela, me preguntó si podía ayudarlo a escribir una carta de amor. Yo le dije que cómo se le ocurría pedirme eso, si él era el escritor. Pero me advirtió: Jaime, yo podré saber de letras y de estructuras literarias, pero nada de eso cuenta en este caso. Para escribir una carta de amor, lo único que se necesita es estar enamorado”.


Atravesamos la Torre del reloj y el taxi apareció bajo la lluvia.


Esto SÍ es superstición


He visitado 7 edificios en Miami. Ninguno tiene piso 13.