jueves, 23 de junio de 2011

Jose (sin acento) está escribiendo...


"Si alguien te pregunta por qué vas a Estados Unidos, 
tú di que vas a conocer Disneylandia".

Eso dijo la mamá de Jose Antonio Vargas justo antes de entregarlo a un coyote en el aeropuerto internacional Ninoy Aquino en Filipinas. Era 1993, él tenía 12 años.  

La primera vez que vi su nombre fue en una revista The New Yorker en septiembre de 2010. Cuando comencé a leer el perfil de Mark Zuckerberg, titulado “The Face of Facebook”, no me percaté de quién lo escribía. Sin embargo, mientras avanzaba, me di cuenta de que estaba leyendo algo especial. Era una historia que estaba MUY bien contada. Un trabajo repleto de datos curiosos y detalles que definían al personaje mucho mejor que cualquier descripción. Me impresioné y volví al comienzo. Su nombre estaba ahí.

Asumí que era de origen latino. Me equivoqué.

Lo busqué en Twitter y le di follow.

Y descubrí que su nombre jamás lo escribe con acento.

Cuando este miércoles leí la noticia de que un ganador del Pulitzer se confesaba inmigrante indocumentado, no tenía idea de que conocía al susodicho. Los párrafos con los que comienza este post están incluidos en el trabajo publicado por el New York Times, en donde Jose asume su condición de "ilegal" y cuenta todo lo que ha debido hacer para mantenerse en el país que considera suyo. En el texto –que HAY que leer– Jose se incrimina, pero también se libera.

"There are believed to be 11 million undocumented immigrants in the United States. We’re not always who you think we are. Some pick your strawberries or care for your children. Some are in high school or college. And some, it turns out, write news articles you might read. I grew up here. This is my home. Yet even though I think of myself as an American and consider America my country, my country doesn’t think of me as one of its own".

Su "confesión" vuelve a abrir el debate en Estados Unidos acerca de la aprobación de una reforma migratoria, y –sobre todo– vuelve a subrayar con amarillo fosforescente la existencia del Dream Act, un proyecto de ley presentado en 2001, que podría otorgar residencia permanente a los jóvenes indocumentados que entraron antes de los 16 años y han sido educados en el país. 


A propósito de la noticia, esta tarde escuché en la radio local parte de un debate entre un analista republicano y una demócrata, cuyos nombres no vienen al caso. Cada uno -en español, ojo- defendía sus argumentos acerca de cómo podría resolverse el "problema" de los inmigrantes indocumentados en EE.UU.

El primero decía lo siguiente: "¿Qué indicios nos dan los indocumentados de que van a respetar nuestra Constitución? Son unos mentirosos, no tienen dignidad. No hay forma de darles amnistía. Una vez que se comete una ilegalidad, deben asumir las consecuencias".

A lo que la mujer contestaba: "Sus declaraciones están llenas de odio y no aportan solución. Yo sí estoy a favor de una reforma migratoria no sólo porque se trata de un asunto humanitario, sino porque le otorgaría beneficios a este país". 

A pesar de que expertos aseguran que la cifra de deportaciones de inmigrantes indocumentados durante el gobierno de Barack Obama roza los 800.000, las posiciones que defienden los dos principales partidos de este país parecen estar claras.

Mientras ellos logran ponerse de acuerdo, yo aplaudo –con fuerza– que Jose haya decidido dar a conocer su testimonio.

Con su proyecto Define American, el periodista ahora pretende explicar con palabras lo que significa ser un estadounidense.

Échenle un vistazo a sus propuestas. Yo digo que "@joseiswriting history".

lunes, 13 de junio de 2011

¡Cóooooomo!

Este es el aviso de Macy's que salió publicado a página completa en el
Miami Herald de este lunes, un día después de que los Mavericks de Dallas
se convirtieran en los campeones de la NBA. Plop.
Más info: aquí

jueves, 2 de junio de 2011

Hasta el infinito y más allá

Un día, hace meses, viajaba con un par de amigas en el Metromover que va de Brickell al Downtown. En medio de nuestra conversa, divisamos a un señor muy mayor, que viajaba con bastón y sombrero. En el bolsillo de su desgastada guayabera llevaba una identificación: un cartelito de bordes rojos con el logo de Walmart, en el que podía leerse “José, hablo español”.
Resulta que el señor cubano no sabía dónde estaba. Resulta que se había equivocado de estación y que no tenía idea de cuál tren debía tomar para llegar a su casa. Resulta que ese viejito de aproximadamente 70 años, en lugar de estar en su sofá leyendo el periódico y disfrutando de una vida sosegada y tranquila, estaba TRABAJANDO.
Los veo por todas partes. En la oficina, el señor que limpia por las tardes apenas puede agacharse para recoger las bolsas de basura de cada una de las papeleras; camina encorvado, agotado. En el Subway cercano hay una doñita de pelo blanco que hornea los panes por la noche. En la farmacia CVS una señora sesentona -que tiene ojeras y se pinta la boca de rojo- hace el turno de 11:00 pm a 7:00 am.
Trabajan para pagar medicinas y deudas. Trabajan para vivir “bien”. Trabajan porque llegaron tarde a un país que no es el de ellos.

  
A este hombre lo veo cada vez que paso frente a una barbería de Kendall
Siempre con la misma cara de tristeza. 
En medio del calor, con su disfraz y su humillación.
(Hagan click en la foto para que lo vean mejor)